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El viaje largo Por Andrew Burton

“¿Y ahora dónde?”, preguntó mi mamá. “No sé, mamá, ya tengo sueño. ¿Por qué no descansamos un rato y conseguimos una bebida?” “Pues porque solo tenemos una semana antes de que te vayas y todavía hay muchas cosas en tu lista que no tienes. ¡Apúrate niño! ¡Vamos!” Ella tenía razón, en solo una semana mi vida cambiaría para siempre. Me iría a la universidad, y por primera vez iba a vivir sin mis padres, quienes me habían criado por dieciocho años. Todavía estaría en Tejas, pero a tres horas de distancia de la ciudad que había conocido por los últimos cinco años, y a tres horas de distancia de la familia que yo amaba. Pasamos meses recolectando las cosas que yo necesitaba; cobijas, almohadas, una lámpara, cuadernos, un microondas, perchas... la lista parecía infinita y con cada día que pasaba, crecía mi ansiedad.

Por fin llegó el día de viajar. Mis padres y yo nos levantamos muy temprano para empacar el carro y viajar las tres horas hacía la universidad. Primero pusimos las cosas más grandes, como la mini nevera y el teclado del piano. Luego, acomodamos las cajas de almacenaje que irían debajo de mi cama y que estaban llenas de varias cosas como cuadernos, botellas de agua, libros y más. Por fin pusimos mi ropa en una maleta, y cuando todo estuvo empacado, ¡casi no entrábamos! Mientras dejábamos la ciudad de Dallas, le dije adiós a esta ciudad bonita y a la vida que conocía. Después de pasar por Waco, no había nada que ver, ni siquiera una ciudad, hasta Hearn, que está a unos 30 minutos afuera de College Station. Entonces, me entretuve mirando los campos abiertos y verdes que pasaban por mi ventana, tratando de calmar mis nervios y de pensar en la nueva vida que venía un poco demasiado rápido hacia mí.

Cuando llegamos a College Station, todo estuvo como un circo loco. Era el día oficial de mudanza o “move-in”, como le llaman en la universidad, y entonces casi todos los estudiantes de primer año estaban allí para mudarse a sus dormitorios. Encontramos mi residencia, Fowler Hall, que, aunque era fea y vieja, se convirtió en mi hogar a lo largo de los meses. Mi padre y yo trabajamos mucho para subir mis cosas por los cuatro tramos de escaleras, porque el edificio no tenía ascensor, mientras mi madre arreglaba el cuarto. Cuando todo estuvo listo, cada uno de nosotros estaba cubierto de sudor, pero el cuarto parecía muy bien. Sentí el corazón en la garganta cuando abracé a mis padres para despedirles, pero también estaba muy emocionado por el futuro y por hacer nuevos amigos.

Credits:

Created with images by Jordan Sanchez - "passenger airplane" • Sangga Rima Roman Selia - "untitled image" Story and other photos by Andrew Burton under license CC BY-SA 4.0.